DISCURSO DE MANTENEDORA DE LA CUADRAGÉSIMA NOVENA EDICIÓN DE LOS JUEGOS FLORALES DE LA PALMA, CARTAGENA.
Por Mati Morata.
La Palma, Cartagena 13 de mayo de 2023
Bellísima Reina y damas de Honor, autoridades, poetas, queridos amigos que habéis querido acompañarme esta noche mágica, tan significativa y especial para mí. Buenas noches. Bienvenidos todos.
Mis primeras palabras han de ser felicitación a D. Jorge de Arco, ganador del premio Flor Natural, y la Señorita Ainhoa Meroño, ganadora del premio de Poesía Joven. Conste mi admiración por vuestros bellísimos y brillantes trabajos.
Inmensamente agradecida, honrada y profundamente conmovida, casi con el alma fuera, así me siento hoy, por el honor que para mí representa el haber sido nombrada mantenedora de la cuadragésima novena Edición de los Juegos Floral
es de la Palma.
Deslumbrada por la brillantez intelectual y la altura personal de mis predecesores. Dejadme recordar, de entre ellos, a:
D. Ramón Alonso Luzzi, pintor magistral, de quien tuve el honor de recibir clases de Dibujo y Diseño en varios de los cursos de mi Bachiller; mi amigo y compañero de colegio, Pepe Sánchez, hoy Cronista de la ciudad de Cartagena; mi profesor, Paco García, a quien aprecio tanto como admiro; y nuestro gran poeta palmesano,
D. Francisco Martínez Escudero, quien recibe esta noche un merecidísimo homenaje. Mi sincera felicitación.
No dejaré que mi profesión se cuele y mi disertación acabe siendo un denso artículo filosófico, abstracto e ininteligible. No he venido a impresionar a nadie, ni a que me admiren; tampoco, claro está, a aumentar el número de personas que me odien por la pesadez de mi discurso. Disculpen la broma.
Esta noche quiero ser yo, esa persona de “a pie”, “con tacones”; eso sí, pero desnuda de otras pretensiones que puedan disfrazar mi esencia de mujer, de mujer palmesana.
Mis palabras de inmensa gratitud, al Centro Cultural y Deportivo de La Palma, por el magnánimo y desinteresado esfuerzo con el que guardan esta noble tradición poética: Los Juegos Florales, que son esas batallas de inteligencia y sensibilidad, en las que siempre salen ganando la belleza y la emoción artísticas.
GRACIAS, así mismo, a vosotros, querido público que, con vuestra presencia, respeto y afecto, alentáis a quien dedica su tiempo al trabajo del genio y los esfuerzos del espíritu.
Pobre de aquel que solo es capaz de valorar las cosas materiales, quizás la naturaleza le privó de que su cabeza lo pudiese comprender y de que su corazón lo pudiese sentir. Dejadme felicitar a todos los que aquí acudís como amantes de la poesía. Ya nuestro insigne Federico García Lorca lo dijo bien claro: “La poesía no quiere adeptos, quiere amantes”.
Y es que la poesía es poderosa, cambia el mundo y lo vuelve sagrado. Hace que el universo nos abra las puertas del misterio, ese que se transparenta tras las engañosas apariencias de la realidad misma.
Según mi humilde opinión, la poesía es un regalo divino para que podamos soportar la pesada carga de ser mortales, y sepamos, al tiempo, cómo sentiríamos si en vez de mortales fuésemos dioses. Una vez escribí lo siguiente: Los poetas saben curar el alma cosiendo las heridas a punto de versos que saben a beso.
Bienvenidos a esta fiesta exclusiva de la brillantez, El mundo real nos espera fuera, a las puertas de esta celebración de la poesía.
Por tradición y fidelidad al noble encargo que me ha sido confiado, haré que mi pequeño discurso verse sobre la noble triada: Patria, amor y fe.
PATRIA
Patria es indudablemente el lugar donde nacemos, donde nos construimos a nosotros mismos desde una identidad colectiva.
Patria es la tierra donde hemos jugado en la infancia, donde hemos llorado nuestra primera decepción amorosa, es el lugar donde nos ha nacido un hijo… Es, en definitiva, “ese lugar adonde volver”. No imagino mayor orfandad que la de no tener un sitio al que regresar.
Queridos amigos, patria es mucho más que un concepto, es un modo de sentir y de estar en el mundo.
Es cierto que nuestra identidad, lo que somos, tiene su origen en un tronco común, en una identidad colectiva. Pero ello no implica, en modo alguno, la obligación de que todos seamos idénticos, que hayamos de alcanzar un modo de ser uniforme. Porque no se trata de reducir las diferencias, no, sino de reconciliarlas para que quepamos todos en una realidad mucho más rica, humana y culturalmente. Creedme, es malvada la estrategia de quienes, para autoafirmarse y reconocerse en su identidad, rechazan y desprecian “lo otro”, lo diferente.
Patria es Inclusión y es diversidad y, tal y como yo la pienso y la siento, está absolutamente lejos de aquellos movimientos que utilizan el concepto de patria para justificar ideologías o acciones violentas que solo persiguen dividir y romper a la sociedad.
Cuando me dispuse a escribir este pequeño discurso, las emociones, los recuerdos y el amor por mi pueblo rebrotó de entre mis sentires, fue como si alguien me dijera bajito al oído: “despierta, trae a la vida aquella chiquilla, de pelo largo y paciencia corta, que tuvo la suerte inmensa de nacer en tu apacible y generoso seno, pueblo mío, pueblo nuestro”.
No puedo hacer otra cosa. No quiero hacer otra cosa. Quiero cantar a mi patria chica.
La Palma es mi tierra. Es tierra de soles, de aire calmo, de olor a mar y campo. De luz naciente repleta de amaneceres, que prometen alegrías, y atardeceres, que convocan estrellas para velar nuestros sueños. Una tierra llana siempre sedienta de agua, pero saciada de vida y de vidas. Existencias que se remontan al tiempo de la vieja Cartago y de la Roma imperial. Una tierra repleta de pasado, de tradición y de historia pero consciente, por sabiduría vivida, de que solo tiene el presente y que sabe exprimirlo con concienzudo trabajo y con mucho amor. Una tierra que ha sabido reinventarse para no morir en la tierra, creando industrias que han florecido a partir del ingenio y el tesón de sus creadores, hoy florecientes y prósperas como la industria de la transformación de los frutos del mar.
Una tierra donde el talento y la sensibilidad anidan y donde es esencial el cultivo del alma. Es este, sin duda, un lugar donde se reconcilian los contrarios, tierra sedienta y frondosos vergeles; campo reseco y camino que lleva al mar. En esa dialéctica ontológica, es la luz quien obra el prodigio de la pacificación. Luz mediterránea, con olor a sal, que traslada a sus lienzos, con la genialidad propia del maestro que es, mi querido y admirado amigo, Pedro Diego Pérez Casanova. Con él, nuestro pueblo, la Palma, desafía la muerte y el olvido, y se inscribe en la inmortalidad de los tiempos. Mi patria es luz y pinturas de la luz.
Mi patria, como la vuestra, es mi infancia, son los recuerdos de mi niñez. Son las emociones con que las mañanas del 1 de noviembre, nosotros, los 6 amigos de alma, leíamos las inscripciones de las lápidas del cementerio, ataviados todos con el hato nuevo de invierno, aunque el sol nos premiara con el calor de un verano a destiempo.
Uno de mis más antiguos recuerdos infantiles es el de un sonido que pintaba mis sueños: cuando, en el silencio devoto de los feligreses, oía atravesar el templo el ritmo pausado de los tacones de alguna mujer, que acudía un poco tarde al oficio. Fascinada por la cadencia de aquel soniquete repetido, que para mí era música me quedaba soñando con el momento en que yo misma pudiera lucirlos. Desde entonces “los tacones” se convirtieron en un símbolo que me ha acompañado a lo largo de mi vida, como una metáfora de quienes sienten la necesidad de que se oigan sus pasos y permanezcan sus huellas para contagiar su poderío. Me dejé ir, espero disculpen los derroteros emotivos por los que acabo de transitar.
Mi patria me hace viajar con mis recuerdos al Casino, con mi laúd en los brazos, resguardado de mis torpezas en su funda de cuadros azules, para ensayar con casi todos los niños del pueblo en la Rondalla. Allí, Máximo nos esperaba cada tarde y nuestro querido profesor y director del grupo, Paco, conseguía el prodigio. Y es que, sin saber música, con un sencillo método de pentagramas y números, lograba que de nuestros instrumentos brotaran bellas canciones populares. Mi patria es música.
Los sábados tocaba aprender a bailar las jotas, porque Florita la de Ñico, cómplice con la Señorita María Rosa, profesora del Colegio nos animaron amorosamente a ello. Sí, estáis en lo cierto, eso tan humilde y tímido, fue el origen de lo que hoy es grandioso: El grupo folklórico Ciudad de Cartagena, con mi querido amigo Pedro Gómez, y todo un maravilloso elenco de artistas, que aman, viven y siembran amor por el folklore cuando, con miradas seductoras, entonan los primeros acordes y pasos de baile de las toreras cartageneras. Mi patria es folklore.
Mi patria es también, desde que mi memoria respira, alegría y fiestas de Marzo en honor de nuestra Reina: Sta. Florentina. Año tras año acudíamos expectantes y alegres a ver la vuelta ciclista al campo de Cartagena, un evento que ha permanecido vivo gracias a la saga de los Martos. Es justo, así mismo, agradecer sus desvelos en esta y otras muchas causas de amor al pueblo, a Pepe el Molinero y a D. Ángel Aparicio. Mi patria es fiesta.
Lejos, pero viva, me acude la imagen de un atractivo joven vestido con un traje gris, haciendo quintillas que dictaba bajito a un cantaor. ¡Qué sorpresa tan extraordinaria! Nunca hubiera podido sospechar que la poesía habitara tan cerca de mí, y esa noche, se desplegaba majestuosa y brillante en los versos de mi querido tío, el magnífico trovero Joaquín Sánchez el Palmesano, a quien el arte trovero tanto le debe. El trovo, poesía popular, la más sorprendente de las artes poéticas, mal considerada por algunos como un arte menor. Efectivamente, sus estrofas están formadas en su mayoría por versos octosílabos, pero no puede ser menor un arte que exige grandes dosis de ingenio y de agudeza, para repentizar versos medidos y conjugados en rima consonante. Mi patria es trovo.
Mi patria es teatro, tan presente y vital en mi adolescencia. Y sí, de aquellas humildes velas vienen estos imponentes focos, que orgullosos iluminan las grandes figuras y talentos dramáticos palmesanos que hoy nos acompañan, como el afamado actor, y director de la Escuela de Arte Dramático de Sevilla, mi amigo, Miguel Cegarra. Obligado es nombrar ahora por su amor al este noble arte, a Pedro Marcos, quien desde arriba nos está guiñando un ojo. He de mencionar, asimismo, a mi amiga Joaquina Gómez, maravillosa cantante y actriz, por último, a una genial artista a la que podría y querría llamar hermana, mi adorada María García. Todos forman parte del espectacular y fascinante grupo AHORA TEATRO, un universo en el que brillan multitud de estrellas.
Sí, amigos, a estas alturas ya habréis captado inevitablemente mi orgullo de ser palmesana. Confieso y vivo mi palmesanía como un enorme privilegio.
Pero el motivo más valioso de todos aún no ha sido dicho y ya es hora: mi patria está absolutamente llena de buenas gentes. Individuos que saben trabajar juntos, desinteresadamente y tras sus largas jornadas de trabajo, para realizar obras comunales, como el primer Centro Médico de la Palma. Permitidme, por favor, que en estos momentos recuerde que mi padre, José Morata Cavas, fue uno de ellos. Personas que saben unirse en asociaciones para procurar el bien común, para velar por los valores de sus niños, de sus jóvenes, de sus mujeres y de sus personas mayores.
Mi agradecimiento expreso a la Asociación de Vecinos, la de Tiempo Libre, la de la Tercera Edad, a las Peñas y Comisión de Fiestas, quienes han ideado un novedoso modo, amable, y terriblemente divertido de vivir las fiestas. Pero quiero felicitar, esta noche, de manera especial, a la Asociación de Amas de Casa, que con Mari Carmen Martínez Meroño, como presidenta al frente y en su corazón, ha sabido inventar una nueva forma de ser mujer en la Palma. Una mujer que trabaja, se forma, piensa, pinta, cocina, y que sobretodo, celebra la alegría de vivir y de ser mujer. Mi patria es buena gente, gente buena.
Esta es mi patria, una patria que nos define y os incluye. Soy palmesana y me confieso tuya, como tú, pueblo mío, te sabes yo.
AMOR
Hace un tiempo escribí “El amor es la más bella de las tentaciones para distraer la muerte”.
Definir filosóficamente el amor es tarea difícil y no por escasez de definiciones sino por su abundancia. Hay casi tantas como filósofos han existido. Sin embargo, si nos restringimos a la Filosofía occidental se pueden reducir a dos principales núcleos semánticos: Eros y Ágape. Los griegos centraban sus discusiones alrededor del amor en el tema “erótico”. Por otro lado, la noción cristiana de Ágape se refiere al amor de Dios hacia los hombres, un amor inmerecido que se otorga sin condiciones a quien incluso lo desprecia. Dos acepciones del amor, la de Eros, demasiado humana, y la noción de Ágape, demasiado divina y perfecta.
“¿Es de extrañar que el amor haya preferido casi siempre el derrotero poético al filosófico?” decía la gran filósofa María Zambrano. No, no es de extrañar, respondo yo alto y claro. Y eso es así porque hemos vivido una tradición filosófica en la que se definía al hombre como animal racional. Hora es ya decir que la razón tiene un complemento que la Filosofía debería reconocer y con el que debería reconciliarse: las emociones, los sentimientos, el amor. Porque no solo somos entes racionales, somos antes y puede que muchísimo más, animales emocionales. Os invito a pensarlo, amigos: si nos detuviésemos a analizar las motivaciones, los porqués de nuestros actos, sobre todo en las ocasiones más decisivas de nuestra existencia, quizás acordaríamos, que nos movemos por impulsos y emociones poco o nada racionales. La racionalidad es una excepción y no al revés.
Desde esta perspectiva, la Filosofía entiende el amor no como un concepto, sino como aquella experiencia humana, la que da sentido a la existencia, a la vida.
Pero vivimos en una sociedad oscura, se nos cosifica, se nos utiliza, somos objeto de consumo y consumidores, nuestra esencia está difuminada, ya no sabemos qué somos y mucho menos qué hemos de hacer. Estamos insertos en un complejo y oscuro laberinto. Solo el amor en el más amplio sentido de la palabra nos puede sacar de ese caos de incertidumbres y dolor. Y es que, si nos dejamos llevar del egoísmo, si en vez de ofrecer, nos posicionamos en la cultura del pedir, de exigir y tenemos la sensación de que el mundo nos debe algo que nunca nos va a pagar, solo seremos capaces de construir un mundo estéril destinado a la competencia, a la guerra, a la negación de la vida. Insisto solo el amor y la poesía nos permiten una salida a lo terrible y la desesperación.
San Agustín de Hipona, filósofo, supo resumir todo lo expuesto en breves y maravillosas palabras: “Ama y haz lo que quieras”, yo me suscribo a su mensaje. Y añadiré humildemente, si somos lo que hacemos: Amemos, seamos Amor.
Os pido disculpas de antemano, por esta licencia sentimental, pero no puedo terminar sin pronunciar las siguientes palabras: “Antonio, Repaso mis días perfectos: en todos apareces tú. Y repaso mis días dolorosamente imperfectos: en todos, absolutamente en todos, estás tú. La realidad convulsiona; y yo te necesito en mi pequeño mundo de cosas quietas. Despertar cada día y ver que no eres solo un sueño, es el maravilloso motivo que me hace bailar la vida. Un deseo, amor, no quiero que me busques en tus recuerdos, prefiero que me encuentres en tus deseos “.
Nuestro amigo, el gran poeta Juan Ramón Barat, me ha prestado esta noche de su libro Piedra Primaria, mi poema preferido, para decirte esto:
“LO DEMÁS”
En tus ojos fulgura
con su líquida luz
el porquesí del mundo,
la claridad irguiendo su relámpago,
el agua milagrosa
que repara mi sed
y legitima toda mi existencia.
Lo demás es desorden, amor mío,
el abismo terrible.
La intemperie.
(Del libro Piedra Primaria)
LA FE
La fe se apoya en la confianza, se trata de confiar por vía no racional, confiar sin pruebas, sin razones que lo justifiquen. Y dado que estamos instalados en un contexto científico-tecnológico, donde está vigente la cultura del consumo de masas, el hedonismo, en la era de la información y del progreso, hablar de fe puede ser, en el mejor de los casos, una extravagancia teórica o un coletazo de una memoria poco cómoda.
Pero la fe es aquella fuerza capaz de derribar nuestros muros, y conseguir ese espacio necesario para respirar con dignidad, ese contexto, en el que somos lo que queremos ser, lo que deseamos ser, lo que merecemos ser. La fe es la confianza, la fuerza interior, que nos da aliento y coraje para seguir adelante, para levantarnos del suelo, secar nuestras lágrimas e iniciar los vuelos que merecemos.
Sí, amigos, es necesario creer, creer en nosotros mismos, creer en que podemos construir una sociedad más justa, más inclusiva, donde se respire equidad, pero también empatía y, sobre todo, donde se celebre la alegría de vivir. Y tengo fe en nosotros, palmesanos. No hay que esperar a que amanezca para salir a la vida; hemos de aprender a orientarnos entre las estrellas. Empecemos por conseguir un mejor ahora, porque eso es lo único con lo que contamos.
Seremos olvido, pero hoy no. Seamos conscientes de que estamos vivos, y de que aún no es tarde, Seamos amor y celebremos la vida amando y, gritemos como decía Chavela Vargas, que estamos vivos de tanto vivir, vivos de tanto amar.
MUCHAS GRACIAS.
La Palma 13 de Mayo 2023